Estaba claro, estaba ahí. Lo tenía delante de sus ojos, había estado frente a ella todo el tiempo, como una sombra espesa y densa que le impedía ver la realidad. Salió de su burbuja hermética y desempañó el cristal del espejo, ese que no podía mentir, ese que sólo podía devolverle una imagen real sin anestesia, sin palabras de consuelo, sin promesas vacías.
"Das asco" pensó y se sintió enormemente feliz al hacerlo, pues sabía que odiarse era la única manera posible de llegar a ser perfecta. Mientras quedase en ella una gota de amor propio volvería a caer una y otra vez en su propia trampa de autocompasión y lo único que ella deseaba por encima de cualquier cosa era que fueran los demás los que sintieran pena al comprobar lo que habían hecho con ella todas aquellas mentiras.
Ellos querían guerra, ella nunca había parado de luchar.
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