Pero cuando cae el telón y cada cual se encierra en su camerino, las luces del espejo dejan ver, con la cara lavada, toda la verdad...y duele.
Yo no actúo en una obra de teatro que lleva mi nombre, no porque no quiera, sino porque parece ser que el resto de actores se apañan bien sin mi. Observo. Me río. Todo es mentira.

Son pocas horas.
Insuficientes.
Entonces hago el papel de mi vida, me levanto y sonrío y no me creen pero no me rindo, porque "estoy bien" suena mejor que "ojalá el mundo se acabara el próximo segundo". Pero no pasa nada. Nunca pasa nada.
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